¿Cuánto me cobras por posicionar mi web?, me preguntan cada vez con más frecuencia, dando por sentado que todo puede posicionarse y que al conseguirlo venderán más.
¡Como por arte de magia!
Si estuviéramos hablando de una carrera, sería como decir: aquí tienes a mi burro, que está viejo y cojo, dime cuánto pides para que les gane a estos pura sangre.
Pero la situación es aún peor, porque si el burro le ganara a los caballos de carrera ya su amo se daría por satisfecho.
Pero el dueño de la web pide mucho más: quiere que su sitio, hecho con un presupuesto mínimo, obtenga los primeros puestos en los resultados de búsqueda de Google… frente a competidores en los que se ha invertido un buen dinero.
Y no se queda en eso, quiere que además su sitio convenza a la gente para que se rasque el bolsillo.
Entonces me toca explicarles que no hay magia ni milagros que hagan vender a un sitio que no fue hecho para vender.
Que la competencia en la red es cada día más dura.
Que hay que tener una web muy trabajada, incluso en aspectos que los humanos no percibimos.
Que tiene que ser muy rápida.
Que tiene que tener un diseño web responsive para adaptarse a la navegación con móviles y tablets.
Que tiene que tener un diseño atractivo y contenidos que seduzcan a la gente, que la convenza de meterse la mano en el bolsillo en estas épocas de crisis.
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