Instagram ha revolucionado por completo prácticamente cualquier sector. Con casi mil millones de usuarios activos (y cada vez más) era inevitable que acabase afectando también almundo del arte. Un ejemplo de ello es la cantidad de seguidores que acumulan algunas galerías de arte en la red social.
El Museum of Ice Cream, situado en los Estados Unidos, con más de 400.000 seguidores y más de 125.000 posts relacionados con él mediante hashtags, es uno de las mejores pruebas de ello. Una galería que destaca por ser “Insta-friendly”, con cerezas gigantes, aircoiris y mucho colorido.
De forma similar, la National Gallery of Victoria, situada en Australia, también ofrece instalaciones perfectas para los instagramers, con artistas como Alexandra Kehayoglou o Yayoi Kusama atrayendo a varios fanáticos de la red social.
Pero incrementar las visitas de estos cazadores de instantáneas a veces ha resultado bastante controvertido. Por ejemplo, recientemente, un visitante de la galería de arte pop-up de Los Angeles, The 14th Factory, causó destrozos por valor de 200.000 dólares en su búsqueda del selfie ideal (con efecto dominó incluido).
De forma similar, otros visitantes destrozaron un féretro de 800 años de antiguedad en el Prittlewell Priory Museum del Reino Unido, como recuerda TheNextWeb.com. Todo por conseguir la mejor fotografía para cazar likes.
Como respuesta a todos estos problemas, muchas galerías y museos han decidido introducir restricciones a la hora de realizar fotografías. De hecho, la mayoría vetan la utilización de selfie sticks. Las razones alegadas para limitar la libertad fotográfica son varias. Desde cuestiones relacionadas con el copyright hasta preocupaciones por la experiencia del visitante, pasando por los daños potenciales en las obras.
Estas restricciones interfieren con la experiencia de los usuarios. Muchos de ellos las ven como una especie de elitismo cultural que les obliga a experimentar el arte tan solo de la forma ortodoxa. También parece silenciar el potencial que plataformas como Instagram ofrecen para ofrecer una nueva dimensión a los artistas, a los visitantes, a los diseñadores y a los críticos.
Una reciente investigación de la Gallery of Modern Art de Queensland demuestra que Instagram forma parte de la experiencia estética de los visitantes. Otro estudio, en esta ocasión del Museum of Applied Arts and Sciences de Sidney, mostró que las audiencias utilizan Instagram para conectar con el contenido de las exhibiciones, no solo para hacerse selfies. Este estudio muestra que la red social ofrece algo más profundo que egocentrismo. También muestra una nueva forma de ofrecer y compartir las experiencias artísticas.
Pero es cierto que la utilización de las redes sociales en sitios públicos como museos o galerías de arte es compleja. La utilización de estas plataformas está, de hecho, cambiando las normas sociales sobre estos espacios.
Pero que haya que seguir investigando no significa no aprovechar todo lo que Instagram ofrece. Para las galerías y museos, supone una forma de construir nuevas audiencias e incluso profundizar en las conexiones con los visitantes existentes. Aunque no es posible (ni deseable) dar libertad total a los cazadores de fotografías, hay que pensar en cómo están cambiando las expectativas y las experiencias de los consumidores de arte.
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