Después de que Alemania aprobara una ley en la que se permitía a las editoriales de periódicos cobrar a las plataformas de internet, Google entre ellas, por utilizar sus contenidos, muchas voces en España, sobre todo del lado de los medios tradicionales, han levantado la voz reclamando que aquí también el Estado obligue a Google a pagar.
El problema es que, como asegura Julio Alonso en su blog, Merodeando, este tipo de afirmaciones tienden a partir de varios errores de concepto en los que se confunde cómo funcionaban las cosas antes de internet y cómo funcionan ahora. Como explica Alonso, la tesis de los defensores de esta imposición económica se basa en la siguiente afirmación: “Yo hago la gran mayoría de los contenidos interesantes y que son susceptibles de explotación publicitaria, pero Google me coge los titulares para su producto Google News, gana dinero con ello, y encima la gente no viene a mis páginas y yo injustamente no lo gano”.
En primer lugar, es importante tener en cuenta que antes de internet crear y distribuir contenidos era carísimo, y su alcance estaba exclusivamente a disposición de organizaciones profesionales que competían entre sí por unos ingresos publicitarios sin que nadie más participase. Pero hoy, en internet los contenidos los contenidos no son exclusivos de los profesionales, sino que usuarios y no profesionales también añaden sus propias aportaciones al mismo tiempo que aparecen todo tipo de medios nuevos, con profesionales, bajando las barreras de entrada y por tanto el coste de distribución.
“Esto es así por mucho que pagues encuestas que formulen preguntas para que al final parezca que la gran mayoría de lo que interesa en internet lo haces tú”, recuerda Alonso. Y es que, si se analizan los datos, la mayoría de las páginas vistas en el mercado español no son de prensa tradicional, pero tampoco de Google.
A esto hay que añadir que antes sólo se podía sacar rentabilidad a aquellas piezas informativas generadas por un medio respetado y serio, mientras que hoy en día los anuncios no sólo acompañan artículos serios, también fotos de gatitos y opiniones de Believers. Son contenidos, entre muchos otros, que generan audiencia y, por tanto permiten a sus autores obtener ingresos. Al mismo tiempo, hay empresas que buscan entre todos esos contenidos aquellos relevantes para el usuario, y le aportan valor con ello. El resultado son más opciones publicitarias, pero también más eficiencia para vender productos más allá de las noticias tradicionales.
Lo que ocurre es que Google News es un producto bastante marginal dentro de la estrategia de negocio de Google, del que no logran ingresos directos y, en caso de desaparecer, las consecuencias apenas se dejarían ver en sus resultados totales. Además, la participación de los medios en Google News es voluntaria y, además, una vez se detecta una página, para darse de alta hace falta una aprobación manual.
Al mismo tiempo, muchos medios y profesionales critican que muchos usuarios ven los titulares de prensa en Google, por lo que ya no acuden a la página de ese medio. Pero lo cierto es que Google envía millones de usuarios a páginas de prensa todos los días que han utilziado el motor de Google para encontrar información. “Como Google gana más dinero, me tiene que pagar. Si el kiosquero también ganase más dinero, ¿tendría que pagar por todos los transeúntes que pasan por delante de su kiosco sin comprar?”, ironiza Alonso.
Además, comenta Alonso, ahora resulta que si un periodista escribe una noticia, otro medio, plataforma o usuario no puede mencionarlo, ni siquiera mencionarlo. “Si en televisión se muestran las portadas de la prensa del día siguiente está bien. Si es Google el que muestra esos mismos titulares tiene que pagar…”, afirmó.
El problema es que si Google tuviera que compensar finalmente a la prensa tradicional, a pesar de estos argumentos, no sería justo que no se pagara también al resto de medios que aparecen referenciados en Google, sean profesionales, amateurs o lo que sean. “En vez de intentar entender los cambios tecnológicos y sociales, e innovar buscando nuevos modelos que exploten esos cambios, insistimos una y otra vez para querer parar el reloj. Otros lo harán en su lugar, porque el reloj, pararse nos e va a parar”.
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