Hay ciertos trabajos que se ven como una especie de maldición, como una suerte de elemento complicado y complejo que hará que el día a día en el trabajo sea todavía más complicado. Son esos trabajos que tienen un punto de partida ya complicado, que hacen que el trabajo de los marketeros sea todavía más y más difícil. Ahí está, por ejemplo, el ser el responsable de una campaña que funcione como la primera tras una crisis, un trabajo complicado en el que hay que hacer que los consumidores olviden lo malo que acaba de suceder y se concentren en lo nuevo que la marca quiere contar.
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