Cada vez está más claro que las plataformas sociales crean adicción. Y no es para menos, puesto que las redes sociales están utilizando las mismas técnicas que utilizan las marcas de apuestas y juegos de azar para crear dependencia psicológica, arraigando sus productos en las vidas de los usuarios, según Psfk.com. Estos métodos son muy efectivos para activar mecanismos similares a los que la cocaína produce en el cerebro, en parte gracias a las notificaciones, que hacen que los usuarios estén permanentemente activos en las redes sociales.
“Facebook, Twitter y otras compañías utilizan métodos similares a los de la industria del juego para mantener a los usuarios en sus sitios”, ha expresado Natasha Schüll, autora de Addiction by Design, que muestra cómo las máquinas tragaperras y otros sistemas están diseñados para mantener a los usuarios en el ciclo de la adicción. “En la economía online, los ingresos dependen de la atención constante del consumidor, que se mide a través de los clics y del tiempo invertido”.
Es decir, los usuarios se introducen en ciclos lúdicos de repetición, anticipación y feedback, además de las recompensas que hacen que los usuarios vuelvan una y otra vez. Es decir, si el usuario se aleja de las redes sociales, pronto ofertas o mensajes intentan traerlo de vuelta. “Tenemos que empezar a reconocer el coste de nuestro tiempo en las redes sociales. No es tan solo un juego, nos afecta financieramente, físicamente y emocionalmente”, señala Schüll.
Algunos de los mecanismos similares a las máquinas tragaperras, según Tristan Harris, antiguo design ethicist de Google, son el pull-to-refresh y el scrolling infinito. La recompensa, en vez de dinero, es encontrar contenido interesante. Eso es precisamente lo que hace que los usuarios regresen.
De forma similar al juego, todos estos factores afectan a la estructura cerebral, haciendo que las personas sean más susceptibles de caer en la depresión o en la ansiedad. Un impacto psicológico que los usuarios no pueden subestimar. Esta dependencia a las redes sociales y, por ende, a los dispositivos móviles, es la que causa que el consumidor piense que ha recibido un mensaje, aunque no lo haya recibido en realidad.
El profesor de la Universidad de Michigan, Daniel Kruger, experto en comportamiento humano, señala que los mensajes de redes sociales pueden activar los mismos sistemas que la cocaína. “Hay departamentos enteros intentando diseñar sus sistemas de forma que sean lo más adictivos posibles. Quieren tener al usuario permanentemente online y bombardearlo con mensajes, intentando redirigir la atención de vuelta hacia la app o webpage”.
En relación con todo esto, muchos expertos en tecnología ya están llamando la atención sobre el problema y confesando, incluso, que alejan a sus hijos de las redes sociales todo lo posible. “Comienza con un estallido, una acción, una recompensa y luego continúa en ciclos sucesivos a través de estos ganchos, formando hábitos”, expresa Nir Eyal, autor de Hooked: How to Build Habit-Forming Products.
Pero aunque en muchas ocasiones el ciclo comienza con una llamada, como puede ser un correo electrónico o una notificación, o cualquier otro tipo de “ring”, realmente ha dejado de ser necesario, como remarca Eyal. Ahora el estallido es interno: una asociación mental sobre la utilización del producto y una necesidad emocional.
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